Hoy en día no
existe un tratamiento curativo para la enfermedad, pero si hay tratamiento para
sus síntomas. Las tecnologías modernas compensan en algún grado casi toda la
pérdida de las funciones, de modo que personas con déficit en la función
muscular pueden seguir respirando y comunicándose.
El único fármaco
aprobado como tratamiento para la ELA es el Riluzol que actúa bloqueando al glutamato y
permite una detención en la progresión de la enfermedad. Este medicamento
también puede retrasar el uso de traqueotomías o ventilaciones asistidas. Las
tomas se hacen por vía oral y dos veces al día cada 12 horas.
La fisioterapia
ayuda a evitar complicaciones que derivan de la debilidad muscular y el
encamamiento también para los calambres musculares, estreñimiento, insomnio o
depresión. La actuación de logopedas es muy útil cuando existen dificultades en
la comunicación, ayudando a la utilización de dispositivos (amplificadores de
voz o comunicadores). También es recomendable la intervención de un nutricionista
ya que los pacientes con ELA, al tener problemas en la deglución, tienen
pérdidas de peso considerables.
Para los problemas respiratorios, el paciente deberá realizarse una espirometría cada cierto
tiempo y así comprobar su función respiratoria. Cuando los resultados no sean
favorables, es preciso recurrir a fisioterapia respiratoria, higiene de las
vías respiratorias, oxigenoterapia y, ocasionalmente, traqueotomía.
A la hora de tratar
con el paciente y su familia con esta nueva situación discapacitante se requiere
del apoyo de un equipo multidisciplinar (médicos, psicólogos, terapeutas
ocupacionales, trabajadores sociales, fisioterapeutas…) que les ayuden a
manejar la situación de la mejor manera posible.
Las investigaciones que se realizan hoy en día pretenden conseguir un
tratamiento curativo o preventivo para la enfermedad, aparte de intentar
explicar las causas que llevan a una persona a padecerla.
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